Uno quiere a su hijo en Marte o en Saturno.

Hoy 10 de mayo, estamos celebrando el "Día de la Madre".

Yo estoy enfadada con la mía, no nos hablamos.

Pero a su misma vez, yo soy madre, y hoy quiero hablar de todo lo que implica ser mamá JOVEN en estos tiempos, o quizá de lo que implica ser mamá en general.

Recuerdo cuando por primera vez vi a mi bebé, pensé que lloraría de la felicidad, pero en vez de eso, en las fotos que tengo de ese día, tengo una mirada fría, los labios apretados, y una expresión de seriedad peor que la que tenía mi madre cuando le dije que estaba embarazada; en realidad solo era una fachada, en realidad estaba intentando descifrar de que color era la piel de mi hija pues todo el embarazo las familias (de un padre con tez blanca y una madre morena) pasaron apostando el color de la nueva adición, así que mientras me recuperaba de los dolores intentaba descubrir detrás de aquella masa de liquido y sangre que la cubría, de que color era y que características especiales mías podía descubrir, era niña pequeña con nuevo juguete.

Esa pequeña anécdota sobre el nacimiento de mi bebé, me sirve para ilustrar que ser mamá no es para nada como lo pintan en los libros, no porque no sea mágico -créanme yo soy defensora de las cursiladas- sino porque en realidad cuando un bebé, tu hijo, viene al mundo, hay cosas mucho más importantes y diversas en que pensar, que en que filtro fotográfico quedara mejor la primera foto del bebé para subirla a Facebook rodeada con un corazón.

En este año con tres meses, he roto y vuelto a romper todos los mitos sobre la maternidad: de un bebé pacifico, que te deja verlo dormir todas las noches después que le has cantado y le has leído un cuento, de un bebé que estira la mano para acariciar tu cara, de un bebé que se duerme tranquilo sabiendo que mamá esta parada al lado de la cuna "arrullando" su sueño. 

Y yo digo ¡No!. O quizá a mi me tocó un modelo de otra serie, porque mi bebé por mas que he intentado cantarle en la noche, prefiere que me calle y la balancee para dormir, porque si empiezo a contarle un cuento, se despierta y anda por toda la cama hasta que consigue salir y desvelarnos a todos, porque cuando su manita va para mi cara es para pellizcarme o halar mi cabello con una sonrisa mas característica de un pequeño demonio que de un ángel  y porque si la dejo en la cuna antes de que este completamente dormida, ella demanda que la cargue en brazos y luego la lleve a dormir conmigo a mi cama.

Pero a pesar de todo esto, a pesar de que aprendes a ver las ojeras bonitas y decorativas, a pesar de que ya no usas tacones porque necesitas andar corriendo detrás de tu bebé, a pesar que tenes que andar el cabello amarrado a ley, y a pesar de que la idea que te venden de ser mamá es errada, creo que esto es lo que hace la maternidad aún mas linda de lo que la pintan, y ver esa carita traviesa llena de espagueti a la hora del almuerzo, con una sonrisa dibujada, es mas grande recompensa que ver a un angelito bonito y tranquilo dormir sin dar batalla. 

Todos esos mitos, todas esas historias y pinturas equivocadas, son inventadas por los adultos, los hombres que tanto aman a sus madres y las madres que aman a sus madres por haberlas amado cuando eran pequeñas, y que no conciben como su madre puede ser tan buena persona con ellas después de que ellas les hicieron todas las trastadas que sus hijos les hacen a ellas. Pero en fin  el punto es que ser madre te cambia desde adentro, te cambia los sentimientos, te rompe para que en tu centro crezca una semilla y que con tu propio sudor y sangre la alimentes y la hagas crecer. Y a pesar que algún día las heridas físicas y las estrías serán solo cicatrices olvidadas, el impacto emocional será para siempre. Ser madre va más allá de esta vida o cualquier otra, más allá de un planeta, uno quiere a su hijo en Marte o en Saturno, dónde sea, cuando sea, aquí o más allá de todo y en cualquier dimensión, ser madre es para siempre.