Te veo y tiemblo.
Empecé a notarte en el banquillo solitario de los que se quedaron atrás, y fingiste para mí, que nadie más te había encontrado.
Hace años que te conocí, de manera impredecible, pero aún recuerdo el ademán con que me dijiste "Adiós amor".
La pintura de tu asiento ya manchó tu pantalón, pero sé de corazón que no soy la primera que hace brillar tu pupila.
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